miércoles, 24 de octubre de 2012


HISTORIA DE UN OTOÑO

         Hace pocos días, he terminado de releer Historia de un otoño de mi muy admirado José Jiménez Lozano. La leí por primera vez, hace casi diez años, entre Ávila y Medina de Rioseco. Recuerdo que la terminé sentado junto a una fuente que hay en el Arco de San Sebastián de la que fue la ciudad de los almirantes de Castilla. Entonces me gustó mucho y, en la relectura, ese gusto ha aumentado quizás. La resistencia de unas monjas contra el poder absoluto de Luis XIV es el argumento principal de esta novela, pero en ella hay numerosas reflexiones sobre el hombre, sobre el poder y sobre Dios. Don José recrea con su pluma sensible (tengo escrito por ahí que, para mí, lo más perdurable del autor de Langa es su poesía) ese otoño de tonos ocres y cielos cárdenos.  Es una novela para reflexionar, para leer despacio, para disfrutar. Que nadie acostumbrado a literatura de “pilares de la tierra” se acerque a ella porque, posiblemente, la acabe dejando. Sin embargo, el que ama la literatura de calidad, la que nos hace más humanos, ése disfrutará de momentos como este que tengo a bien copiaros en este humilde mi blog:

Llegó a Blois, una tarde de aquel otoño. Una de esas tardes, tristes y dulces, en que la naturaleza entera parece querer provocar nuestra compasión y melancolía. El sol amarillea como una enamorada y el cielo produce unos coloridos cárdenos y verdosos, sobre fondo de oro, que participan del misterio del fuego y de la carne humana. Y, por la noche, la luna, al caer sobre la mesa de trabajo o el cubrecamas, parece implorar un refugio amoroso y caliente.

        

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