sábado, 10 de noviembre de 2012

ALGUNOS POEMAS DE LA ESQUINA ROTA

Permitidme que publique en este vuestro blog algunos poemas más del poemario mío que saldrá en breve. Son estos:


El huerto aquel donde el amor vivía.

Juan Ramón Jiménez

 

 

En esa luz que surgió en la noche

buscaba calentarme con sus brasas,

prender mi sangre cansada,

avivar el rescoldo de ceniza de mis ojos agotados

que ya no te buscaban en los atardeceres,

que ya no sentían el escalofrío

de tu mirada

en la sombra ardiente de los pinares.

Era otra esa luz y pensé que me buscaba

y, en mi error, creí encontrarla

en unos ojos que mentían del otro lado de los montes.

Ciego no vi que sólo la luz verdadera

de tus ojos manaba;

que brotaba de tu silencio

y  la busqué en territorios extraños,

en caminos en los que el fracaso

se disfrazaba de loca adolescencia,

de imberbe amante jugando a los primeros amores.
Aún no sabía escuchar tus calladas palabras;
aún tenía que aprender a distinguir tu voz de enamorada
que me aguardaba en el cerrado huerto
de tu corazón solitario.
 
Noches que tienen el ruido metálico
de los recuerdos culpables,
pájaros ebrios entonando a deshora
su canto lúgubre,
bares en donde la vida
vale lo que el esputo de un borracho,
miradas compradas
con un dinero de sangre.
El frío, a veces, puede ser un hermano
que nos acoge en su casa vacía.
La noche, esa ramera que nos regala sus encantos
a cambio de lágrimas de alcohol
y de la certeza helada
de tu ausencia.

 
 
No busques ya más esos labios
en las íntimas plazas de los recuerdos.
Un día supiste que aquello fue triste y cruel,
que lágrimas brotaron de ojos inocentes.
Un dios burlón te engañó
y te mandó la prueba definitiva
de que ya tu juventud moría
en los sombríos sotos del río.
 
 
Vente a la luz y dame la esperanza perdida.
José Antonio Muñoz Rojas
 
 
 
Pero llega abril y en el azul del alma
hay pájaros
y las rosas vencen a las espinas
que nacieron del miedo.
 
Pero llega abril y el vacío
se colma de madreselvas
en flor
y de violonchelos lánguidos
que imitan con sus notas
las tardes largas de los besos.
 
Triste la casa, triste.
Ausentes las rosas, el vaso
muestra su agua putrefacta.
 
Triste la ventana
con un horizonte muerto
de chopos  ignorantes
del calor de las vidas.
 
Triste la escalera, triste
sin tus pasos
que marcaban el ritmo perfecto
a mi corazón en retirada.
 
Tristes mis ojos
viendo a un muchacho
que no sabe que perdió su reinado
en la playa dorada de un atardecer cansado.

 
 
 

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