viernes, 14 de diciembre de 2012

MI SAN JUAN

MI SAN JUAN
         Hoy, día 14 de diciembre, es el día de San Juan de la Cruz, patrono de los poetas. Cuando yo era un joven profesor de latín y estaba destinado en la ciudad de Ávila, yendo de camino al Instituto (entonces era un Instituto con mayúsculas y no “la casa muerta”) pasaba todos los días por la estatua dedicada al poeta santo o santo poeta, tanto da que da lo mismo, en aquella hermosa y recoleta plaza frente al edificio de la Diputación. En días como este, me paraba, lo miraba y le recitaba algún poema suyo. Otros, a los que les temblaban y les tiemblan las libélulas, se iban a poner ciegos de garbanzos a Fontiveros. Nunca entendí que tenía que ver la mística con el cocido, pero, en este mundo literario nuestro tan garbancero, todo vale con tal de hacerse notar, comer de mogollón y salir en los papeles. Nunca fui invitado porque ni siquiera soy poeta oficialmente reconocido por las sacrosantas academias de esta tierra en las que gobierna un santo que no quiero nombrar. Allá ellos. Yo, en este día, me tomaré unas peras con canela como las que le hicieron al santo las monjitas de Úbeda cuando, ya próximo a morir, tuvo ese sencillo antojo y leeré con vosotros en este blog un poema suyo. Con eso me basta y me sobra, que no era mi Juanillo dado a exceso ninguno.
La noche oscura


    Canciones del alma que se goza de haber llegado al
    alto estado de la perfección, que es la unión con Dios,
    por el camino de la negación espiritual.


  En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.                     5

  A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.                     10

  En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía                             
sino la que en el corazón ardía.                 15

  Aquésta me guïaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.                    20

  ¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!                  25

  En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.               30

  El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.                  35

  Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.                     40


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