miércoles, 1 de mayo de 2013

LA LLEGADA DE MAYO


Cuando llega mayo, ya sé qué poemas tengo que leer, qué canciones tengo que escuchar, qué músicas me acompañarán. Y, desde luego, este hermoso poema de Miguel Hernández nunca falta. He hablado de él hace muy poco comentando El labrador de más aire, pero ¿cómo no volver a tratar de él, hoy que nos comienza mayo? Leedlo con calma en estas tardes de mayo largas y claras en las que unas nubes se van hacia el este buscando otra vez el mar de donde han venido; buscadlo, leedlo mientras florecen las rosas en vuestros jardines y el mirlo canta su música que nadie escribió.



Por fin trajo el verde Mayo
correhuelas y albahacas
a la entrada de la aldea
y al umbral de las ventanas.

Al verlo venir se han puesto
cintas de amor las guitarras,
celos de amor las clavijas,
las cuerdas lazos de rabia,
y relinchan impacientes
por salir de serenata.

En los templados establos
donde el amor huele a paja,
a honrado estiércol y a leche,
hay un estruendo de vacas
que se enamoran a solas
y a solas rumian y braman.

La cabra cambia de pelo,
cambia la oveja de lana,
cambia de color el lobo
y de raíces la grama.

Son otras las intenciones
y son otras las palabras
en la frente y en la lengua
de la juventud temprana.

Van los asnos suspirando
reciamente por las asnas.
Con luna y aves, las noches
son vidrio de puro claras;
las tardes, de puro verdes,
de puro azul, esmeraldas;
plata pura, las auroras
parecen de puro blancas
y las mañanas son miel
de puro y puro doradas.

Campea Mayo amoroso;
que el amor ronda majadas,
ronda establos y pastores,
ronda puertas, ronda camas,
ronda mozas en el baile
y en aire ronda faldas...


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