martes, 7 de mayo de 2013

¡OH, CAPITÁN, MI CAPITÁN!


A cada tonto le da con su tema y a mí me ha dado por la lectura de Palacio Valdés. Disfruto con ella y no me meto con nadie así que no veo inconveniente ni daño en mi afición por el escritor asturiano. La última novela que me he leído ha sido La alegría del capitán Ribot, una bonita novela sobre la conciencia en el hombre. Los personajes de Palacio Valdés tienen espíritu y vida, están bien modelados por el escritor que, además, sabe ubicarlos en sus ambientes, en este caso el levante español. Y es que la novela, aunque arranca en Gijón, se traslada en seguida hasta Valencia y, en esa ciudad levantina, va describiendo Palacio Valdés con minuciosidad los diferentes personajes. No puedo contaros la novela, pero tan sólo os diré que comienza, como dije antes, en Gijón, más en concreto en el bar El cometa en donde Julián Ribot, capitán de la marina mercante en el Urano, está degustando un plato de callos tras contarnos en dónde los hacen mejor en España. De pronto, se oye un grito y es que una mujer ha caído al agua. El capitán Ribot se echa al mar y la rescata, pero él queda prisionero de Clara, la hija de doña Amparo, la mujer que cayó en el puerto. Clara está casada con Emilio Martí y Ribot se verá en un brete pues se hace íntimo amigo de Emilio. Ya no os puedo contar más. Si leéis la novela, no os defraudará. Como bien dice en el reverso de la portada de la antigua colección Austral, la prosa de Palacio Valdés es sencilla, transparente y directa. Así sus novelas, muy equilibradas y bien construidas, son de lectura consoladora. No se  puede decir mejor.

Tan sólo un fragmento de la obra para que vayáis preparando vuestro apetito lector.

Porque antes de las satisfacciones del amor, antes que todos los goces de la tierra y aun de los del cielo, si me los ofreciesen, estimo la paz de mi conciencia.

¡Qué palabras tan hermosas en un mundo que ha perdido la conciencia!

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