domingo, 2 de junio de 2013

EL OLOR DE LA FELICIDAD


Cuando llega junio,  el recuerdo de este poeta cordobés, Pablo García Baena y, con él,  los poetas del grupo Cántico es casi obligado. Estos escritores  han estado y están muy presentes en mi vida y en mi poesía. No escribiría como escribo si no los hubiera leído. Hoy, puesto que comenzamos este mes hermoso que para Gabriel Miró coincidía con el olor de la felicidad, os traigo a García Baena, pero otro día será Julio Aumente, Juan Bernier, Ricardo Molina o Vicente Núlez. Y, claro, no podía ser menos para este mes que traer hasta este rincón de poesía el poema que dedica a junio. Bellísimo contraste con la sociedad soez que tenemos que aguantar día tras día.

Bajo tu sombra, junio...

Bajo tu sombra, junio, salvaje parra,

ruda vid que coronas con tus pámpanos las dríadas desnudas,

que exprimes tus racimos fecundos en las siestas

sobre los cuerpos que duermen intranquilos,

unidos estrechamente a la tierra que tiembla bajo su abrazo,

con la mejilla desmayada sobre la paja de las eras,

la respiración agitada en la garganta

como hilillo de agua que corriera secreto entre las rosas

y los labios en espera del beso ansioso

que escapa de tu boca roja de dios impuro.

Bajo tu sombra, junio,

yedra de sangre que tiende sus hojas

embriagando de sonrisas la pared más sombría,

la piedra solitaria;

junio, paraíso entre muros, que levantas la antorcha de tus árboles

ardiendo en la púrpura vesperal,

bajo tu sombra quiero ver madurar los frutos,

las manzanas silvestres y los higos cuajados de corales submarinos,

la barca que va dejando por los ríos lejanos sus perfumes,

los bosques, las ruinas,

las yuntas soñolientas por los caminos

y el zagal cantando con un junco en los labios.

Quiero oír el inquieto raudal de los torrentes,

el crujido de las ramas bajo el peso del nido

y el resonante silencio de las constelaciones

entreabriendo sus alas como pájaros espumantes de fuego

al fúnebre conjuro de los nocturnos pífanos.

Bajo tu sombra quiero esperar las mañanas fugitivas de frescura

y los atardeceres largos como miradas

cuando todo mi ser es un canto al amor,

un cántico al amor entregado,

mientras las manos se curvan sobre las espaldas desnudas

y mis párpados se tiñen con el violento jacinto de la dicha.

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