domingo, 6 de octubre de 2013

LAS FLAUTAS DE LOS BÁRBAROS


 

         Que me gusta la poesía de Carlos Aganzo es algo ya sabido pues le dediqué una página de este blog, pero este gusto por su obra se ha ido incrementando a medida que Carlos ha ido publicando libros. El último, Las flautas de los bárbaros, es magnífico. Tuve la suerte de escucharle en su recitación en la Villa Romana de Almenara – Puras acompañado de Ernesto Monsalve al piano y Eva Helena García al violonchelo en donde fue desgranando los poemas de este libro y en donde un servidor recitó a Ovidio en latín y en castellano. Al final, bebimos un vino maravilloso al estilo de Apicio y comimos “ladrillitos mudéjares” de Olmedo. Todo un lujo en aquella noche del treinta y uno de agosto en donde las estrellas titilaban en el cielo de Castilla. Os dejo este poema como recuerdo de aquella noche.

 

No he olvidado, Pegaso,

el ritmo de tus cascos rompiendo la pradera,

el chorro fresco de los manantiales

surgiendo a nuestro paso

y la fuente Hipocrene

riéndose del tiempo y el espacio

tan cerca y lejos de Roma…

Que bien saben las ninfas de esta tierra

cereal y bendita por Cibeles

que te sobraron alas

para hacerme volar sobre la niebla

y el ansia del camino…

 

Ahora que estoy sentado entre las sombras

de esta tarde infinita,

esperando a que el bárbaro

ponga su pie desnudo en las teselas,

pienso en ti, mi buen amigo, el que me aguarda

en el monte Helicón,

donde pace el ganado de los dioses.

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