lunes, 3 de marzo de 2014

ALGUIEN MÁS QUE UNA ESTACIÓN DE METRO EN MADRID



Para muchos,  Quintana no es más que una estación de Metro en la línea cinco de Madrid. Para otros, una estatua de piedra blanca cerca de la Plaza de España, también en Madrid. Algunos pocos saben que fue un poeta que nació en el XVIII y que murió en el XIX. Muy pocos hay- y perdón por mi soberbia-  que nos hayamos aventurado por sus versos. Aunque, todo hay que confesarlo, sea una antología pequeña de la colección Los poetas, aquella que por 5 pesetas se vendía en las librería allá por los años veinte. Se abre este libro con unas palabras de don Marcelino Menéndez y Pelayo diciendo que Quintana fue el mejor poeta del XVIII aunque vivió en el XIX  y que su poesía no es menor que la de, por ejemplo, Schiller o André Chenier. En comparación con el primero, creo que don Manuel José queda algo en evidencia y, en relación al segundo, me falta un conocimiento directo de la obra de Chenier que se subsanará en breve y que os contaré en este blog, Deo volente. Por el momento, como a cada día le basta su afán, nos quedamos con Quintana del que os pongo un fragmento de su oda al mar – que no le gustaba a mi muy admirado Fernández Nieto por exceso de retórica, dolencia que, por otra parte, padece toda la poesía de Quintana y del XVIII. La lectura de esta antología me ha parecido algo fría, sin demasiada pasión, pero tampoco despreciable. A mí, que soy madrileño de nacimiento, me hace mucha gracia eso de recordar al mar desde el Manzanares. Sería en invierno, don Manuel José, porque lo que es en verano a mí no me recordaba más que un arroyo y de poca corriente pese a las gaviotas que, en los años ochenta, se fueron a vivir a sus aguas para que Caco Senante les dedicara una canción.

ODA AL MAR

Calma un momento tus soberbias ondas,
Océano inmortal, y no a mi acento
con eco turbulento
desde tu seno líquido respondas.
Cálmate, y sufre que la vista mía
por tu inquieta llanura
se tienda a su placer. Sonó en mi mente
tu inmenso poderío,
y a las playas remotas de occidente
corrí desde  el humilde Manzanares
por contemplar tu gloria,
y adorarte también, Dios de los mares.




No hay comentarios:

Publicar un comentario