lunes, 31 de marzo de 2014

LARGO LAMENTO





Nunca he ocultado mi gran predilección por Pedro Salinas, especialmente desde que Chacho, mi profesor de Literatura en 3º de BUP, me leí aquello de “Para vivir no necesito palacios ni torres; que alegría tan alta vivir en los pronombres”. Ahora he terminado la lectura de Largo lamento, bellísimo libro de una poesía de alta calidad, de la que ya no queda. Si no, a las pruebas me remito.

Tormenta aquí. Pero ¿y allí, donde tú estás?

¿Verás estos relámpagos que veo?

¿Oirás los truenos

con que amenaza inútilmente el cielo

a las estrellas que están detrás imperturbables?

¿Te llorará la noche,

como me llora a mí, mi soledad,

con lágrimas prestadas

y vendederas, lluvia por la frente?

Tus oídos, mis oídos,

tus ojos y mis ojos

¿estarán enlazados

por estos hilos vívidos que tienden

rayo y trueno a través de la distancia?

 

No. Deseo que estés suelta.

Deseo que tu noche sea pura,

que tu mirada pueda

vacilar, escogiendo lentamente

la estrella favorita

que esta noche te va a servir de almohada.

Ojalá lo que oigas

sea el revés del trueno,

el sonoro silencio

donde se escucha lo que no se dice

y se quiere decir o que nos digan.

 

No, [no] nos quiero unidos

a costa de que sientas

temblar el mundo como yo lo siento.

Ojalá te rodee

la paz que se merece tu mirada,

y en ti la guardes para mí.

Y que cuando mañana nos veamos

y se encuentren tus ojos con mis ojos

tu recuerdo derrote a mi recuerdo

como derrota el ángel a la sombra.

Y que en el día nuevo

sea tu cielo el que nos acompañe.

 

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