sábado, 24 de mayo de 2014

UN POETA CUBIERTO DE POLVO: ARTURO REYES



Arturo Reyes es un poeta de esos que podríamos meter en el triste saco de los poetas olvidados, pero de manera injusta. A esta malagueño, cuando alguien  se refiere a él, lo mete en el montón de los pre-modernistas. Y es una verdad porque parece que en España aprendimos a versificar en “exótico” con el gran Rubén Darío (del que su momento haré una entrada), pero ya antes de él había poetas por estas tierras que le habían cogido el gusto al verso musical y suntuoso. Decía don Julio Cejador y Frauca lo que sigue de tan desconocido poeta:

         … Los amoríos andaluces, con los coqueteos sutiles y enloquecedores de las mocitas; el garbo, fachenda y matonería de los enamorados acuchilladores; los diálogos a la reja, los encuentros en tascas y calles, los celos y las riñas, las castañuelas repicando y las faldas revoloteando, , los ojos negros centelleantes, las coplas y bailes, todo el calor de Málaga y el hirviente apasionamiento de sus hijos, ha quedado en las prosas y versos de este escritor castizo, que no hizo caso de las modas poéticas  venidas de allende ni de las niñerías en que se entretenían  los modernistas, porque hallaba él en su tierra que admirar y cantar.

            Poco podemos decir después de lo dicho por don Julio, cuya casa veía yo en la glorieta de Quevedo madrileña cuando me encaminaba a la Facultad, salvo que, leída su retórica definición del poeta, quizás uno entiende el olvido…

         A mí, de Reyes, me apasiona su métrica musical. Fijaos si no en éste maravilloso verso, un dodecasílabo con cesura medial:

Crucé del castillo los vastos salones

         A bote pronto, el ritmo es yámbico – anapéstico y de gran belleza, por cierto, pero lo confirmaré mirándolo en algún manual de métrica española al uso. Ahora, para que gocéis de la música de este malagueño, os copio unos versos más de ese poema que se llama Desde el marco:

Crucé del castillo los vastos salones,

y en uno, amueblado con viejos arcones

y rotos sitiales, entre los girones

cubiertos de polvo de un rico tapiz,

la imagen pintada yo vi de un guerrero

con casco, con mallas y cota de acero,

y – Saber quién fuiste – le dije – yo quiero,

y al punto el guerrero repúsome así:

Yo fui un valeroso famoso caudillo

de alma indomable; yo tuve un castillo

con cubos y almenas y foso y rastrillo;

 

Leedlo dejándoos llevar por la musicalidad del poema y, por un instante, Arturo Reyes saldrá de ese saco injusto de los poetas olvidados.

 

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