sábado, 30 de agosto de 2014

FELIPE TRIGO Y SU JARRAPELLEJOS




De Felipe Trigo, la primera noticia que tuve fue cuando me destinaron a un instituto mostoleño que llevaba o lleva el nombre su nombre. Miré entonces en la biblioteca Salvat que sigue habiendo en casa y se le acusaba de escritor erótico, casi pornográfico. Como no soy dado a tales excesos, postergué su lectura hasta este verano en que, gracias de nuevo a Jesús Sanz Rioja, elegí Jarrapellejos, quizás su mejor obra. Remito al magistral prólogo de Rafel Conte a cualquiera que quiera profundizar un poco en la obra y en el estilo del escritor extremeño que habitaba en la Ciudad Lineal. Conte está de acuerdo con la primera de las acusaciones que se la han hecho tradicionalmente a Trigo, la de escritor erótico, pero matiza mucho esta calificación pues Trigo, para la base de una futura sociedad socialista en torno a un amor liberado, pone por modelos a la Venus pagana y a la Inmaculada Concepción (cf. pag. XIV de la introducción de Conte) y refuta la segunda, la de mal escritor ni más ni menos que con palabras de don Julio Cejador y Frauca, el ilustre catedrático: “De hecho es el novelista que más vivamente comunica al lector el fuego de sus enardecidos afectos…”. Un servidor, sin el conocimiento de Conte, el ilustre crítico, puede decir que Jarrapellejos es un reflejo de la España negra, esa España contra la que lucharon los regeneracionistas como Joaquín Costa, aquel maño que quería echar siete llaves al sepulcro del Cid, Por ahí anda la justicia vendida al cacique, los alcaldes ladrones y serviles, los servidores sin escrúpulos a los que Pedro Luis Jarrapellejos promociona a puestos notables. Vamos, como si la novela se hubiera escrito, poco más o menos, hoy mismo.

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