domingo, 23 de noviembre de 2014

DEL MANZANARES AL DARRO




En medio de esta vena cántabra que afluye por mis venas, he vuelto de nuevo a don Amós de Escalante y su libro Del Manzanares al Darro que, como el lector suspicaz habrá descubierto, trata de un viaje del santanderino desde Madrid a Granada. En estos tiempos en que la gente viaja porque cree que por eso son más cultos, pero no se dan cuenta que, sin una preparación previa, el viaje nos puede quedar más incultos de lo que estábamos pues, en ocasiones, se viaja sin saber a dónde se viaja. Sin embargo, el gran escritor cántabro viaja aprovechando “el terreno”, disfrutando de los paisajes y de los paisanajes. Queda claro que yo estoy absolutamente en contra de esa cultura del viaje actual en donde nubes de gentes visitan el Partenón y, como en el chiste, cuando ven que alguien se sienta emocionado en aquellas piedras milenarias recordando la Atenas de Pericles, le dicen: “No se preocupe, a mí también me mancan los zapatos”. Además, hago mía aquella frase de Jardiel Poncela que decía “ si viajando se aprendiera, los revisores de RENFE serían catedráticos”. Para viajar con provecho, la tierra tiene que tener un buen sustrato y un buen tempero; sin esas dos condiciones, es una manera como otra de perder el tiempo. Pero, claro, don Amós era un hombre culto que a cada paso se le venían las lecciones que había estudiado y los libros que había leído desde Séneca a Washington Irving. ¡Eso es viajar! Y lo otro, pues darle perlas a los cerdos. Yo, siguiendo con Jardiel, prefiero quedarme en la cama mientras mi criado me pone una película en donde van pasando las estaciones. Maneras de vivir.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario