lunes, 26 de enero de 2015

LA BESTIA HUMANA


 



 

         Nunca había leído a Zola, pero no me preguntéis los motivos. Hay lecturas que se van acumulando y lagunas que van creciendo con las lluvias del otoño de la edad. Sin embargo, algún día, hay que empezar a desecar estas lagunas y adentrarse en ligero esquife para poder llenar ese vacío. Para tal menester, compré – de viejo, como casi siempre – una traducción de La Bête Humaine de Antonio Sánchez Barbudo, erudito profesor de quien recuerdo un libro dedicado a los poemas de Antonio Machado. El libro de Zola es sensacional. Nadie que lea esa tormenta bajo la nieve con Jacques a los mandos de la Lyson y Pecqueux de fogonero puede quedar indiferente. Y éste es tan sólo un pasaje de un libro cuajado de grandísima literatura, de esa que deja regusto en la boca como un buen vino. Sin embargo, los personajes actúan movidos, como en la tragedia griega, por fuerzas que los superan y que los convierten en peleles. Jacques mata porque tiene que matar, movido por un impulso atávico y genético que le lleva a matar a la mujer que ama como el macho destripaba a la hembra en las selvas remotas de la humanidad; Flora no puede dejar de amar a Jacobo y hace que descarrile el tren con tal de matar a su amado y a Severina;  Roubaud mata al presidente de la compañía llevado por los celos. Curiosamente, el único “buen salvaje”,  Cabouche, es el que carga con la culpa de un crimen  que no ha cometido. Hasta la locomotora (los trenes son un personaje más en la novela) enloquecida arrastra a los pasajeros a la muerte. Pero así era el naturalismo en el que el libre albedrío del hombre se veía reducido a la nada. Servidor, que sí que había leído y mucho a la Pardo Bazán ha podido comprobar que la condesa era naturalista descafeinada en comparación con el padre del movimiento literario. En definitiva, una gran novela para empezar el año que recomiendo a todo aquel que no tenga el gusto estragado por la horrible literatura que se expende en los centros comerciales.

 

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