sábado, 28 de marzo de 2015

DEL EBRO AL TÍBER



He terminado, con la lectura de Del Ebro al Tíber,  obra de Amós de Escalante. Tan sólo me falta leer el estudio que sobre este escritor santanderino escribió el gran polígrafo montañés que fue don Marcelino Menéndez Pelayo. Con cada una de sus obras he disfrutado y con cada obra he descubierto al hombre culto y al buen escritor que, por razones curiosas, firmaba como Juan García. Salvo ese detalle mínimo, el firmar con un seudónimo que parecía un nombre real y abandonar el nombre real que parece un seudónimo, nada de malo se puede encontrar en la obra de este cántabro de bien. Escalante cultivó la poesía, el ensayo, la novela, los relatos de viajes y, sobre todo, el amor a Cantabria y a España. Si no lo habéis leído, os lo recomiendo. Ya no queda gente que, al pasar por Córdoba, se acuerde de Séneca o que, al pasar por Saboya, se acuerde de Xavier de Maistre con sus viajes por la habitación y con esa narración emocionante que es El leproso de la ciudad de Aosta de la que os hablaré en breve. Los lectores de don Amós deberíamos hacer una sociedad secreta para difundir su lectura, pero quizás no merezca la pena cuando el tiempo entre costuras pasa por muchos españoles que cada día son más incapaces de degustar el buen jamón y se conforman con los de plástico.

 

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