lunes, 16 de marzo de 2015

EL ESTRIBO


Hay pequeñas cosas, esas pequeñas cosas a las que cantó Serrat y de las que decía don Dámaso Alonso que se ponían tristes cuando se moría el poeta que las cuidaba, que pueden cambiar el rumbo de la historia. No sé cuántos de los que me hacéis el favor de leer este blog de mis pecados montáis a caballo, pero, aunque no montéis, a ninguno se os escapa la importancia que en el arte ecuestre tienen los estribos. Es más, tenemos en español la expresión “perder los estribos” para referirnos a alguien que, llevado por sus impulsos, deja de “cabalgar” serenamente por la vida. Sin embargo, la presencia del estribo en la equitación es relativamente moderna si tomamos en cuenta la temprana fecha en la que el hombre del neolítico empezó a montar a caballo pues la primera noticia de los estribos en la historia  se puede fechar en el siglo II antes de Cristo y en la India. Este protoestribo consistía en una cuerda que se ataba por una lado a la silla y, por el otro, se ataba al dedo pulgar del pie del jinete. De la India, estos rudimentarios estribos pasaron a China aproximadamente hacia el  principio del siglo IV de nuestra era. Al ser el clima más duro, los chinos empezaron a atarse los estribos con el pie calzado y, más tarde, inventaron los estribos de hierro o de bronce. De China, pasó a los pueblos de las estepas, a Corea, a Japón y los hunos los introdujeron en Persia a finales del siglo IV. Finalmente, llegaron a Europa ya en el siglo V. En cuanto a los árabes, los tomaron de los persas y de los bizantinos. Sin embargo, y volviendo al principio en donde os hablaba de las cosas pequeñas, fue en los pueblos germanos que habitaban en el Imperio Romano en donde la llegada del estibo supuso toda una revolución. Cuando los romanos que, como hemos dicho, no conocían los estribos, se enfrentaron a ellos en la batalla de Adrianópolis, el resultado fue que las huestes de Roma sufrieron una severa derrota que significó una crisis sin precedentes en el ejército del Lacio. Y es que el estribo permite al jinete luchar con mayor comodidad y encajar con más estabilidad los impactos de las cargas. Fue el comienzo de la caballería pesada que duraría, aproximadamente, mil años hasta que las armas de fuego volvieron a cambiar el modo de luchar en la guerra. Pero eso ya es otro cantar … de gesta.

 

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