martes, 14 de junio de 2016

LOS POLVOS DE LA MADRE CELESTINA


Mi abuela Patrocinio siempre andaba con los “polvos de la madre Celestina” y así, cuando yo quería que los antibióticos que me habían puesto para las anginas me hicieran efecto a las pocas horas, me decía: “A ver si te cree que son los polvos de la madre Celestina”. Ella, que había nacido en 1916, aún tenía en la cabeza el título de esta obra de Hartzenbusch. y, por eso, cuando la vi en una edición de viejo me lancé a por ella como un cazador ansioso. Sin embargo, si os soy sincero, creo que la obra no es de alto valor y lo único que la hace más entretenida es la inclusión en ella de la magia que no es muy habitual en la literatura española (Salvo la honrosísima excepción del Mágico Prodigioso de Calderón). Comedia de enredos que don Juan Eugenio, quizá para quitarse líos, nos dice que la tradujo del francés y que debió hacer las delicias de los madrileños del XIX pues su fama llegó, por lo menos, hasta aquella casa de la carrera de San Bernardo en la que nació mi abuela Patro un 24 de julio de 1916.

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