sábado, 16 de julio de 2016

LADISLAO VAJDA


 


         Ladislao Vadja nació en Budapest, un 18 de agosto de 1906 y empezó trabajando en el cine alemán con directores como Billy Wilder o Henry Koster. Empezó como director dirigiendo El hombre bajo el puente (1936) y con la Segunda Guerra Mundial se traslada a Italia en donde dirige dos largometrajes. El segundo de ellos Giulano de Medici, fue prohibido por el Duce y,  puesto que el largometraje estaba protagonizado por Conchita Montenegro, el director húngaro se viene para España en donde debuta en 1943 con Se vende un palacio. Siguió con películas como Doce lunas de miel (1944) Cinco Lobitos (1945) y Te quiero para mí (1949). Se nos fue a Portugal y coprodujo Barrio (1947) y Tres espejos (1947). Se nos fue también a Inglaterra en donde dirigió The Golden Madonna (1949) y The woman with no name (1959).

         En España, siguió dirigiendo y en los cincuenta dirigió Carne de Horca (1953) con el irrepetible Pepe Isbert; las ya mencionadas, Marcelino Pan y Vino y Mi tío Jacinto y Tarde de toros con don Antonio Bienvenida. También de los cincuenta es su obra maestra, El cebo. Falleció en Barcelona, en 1965, cuando rodaba La dama de Beirut, con Sara Montiel a quien descubrió junto con Enrique Herreros de Codesido, dibujante, montañero y amigo del inefable Pepín Folliot. Pero ya nos salimos de la historia.

         Su cine, influido por Fritz Lang, con una fotografía en blanco y negro portentosa, merecen un hueco en la historias de lo que se ha dado en llamar séptimo arte y merece que, en este verano de 2016, cuando ya se han cumplido cincuenta y un años de su muerte, veamos alguna de sus películas. Nuestra mente, saturada de politiqueo inmundo, nos lo agradecerá.

 

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