sábado, 24 de diciembre de 2016

LA CIUDAD NO ES PARA MÍ


La ciudad no es para mí es toda una película de culto para el que estas líneas escribe. Sé que los pedantones al paño se mesarán sus barbas y se rasgarán sus túnicas de diseño con esta declaración que me sale del corazón. (Un pareado) Y de esta película tan denostada señalo tres momentos:

El primero es cuando, el padre, don Agustín, labrador de Calacierva, pueblo aragonés  baja a Madrid porque allí vive su hijo, ilustre médico. Su nuera lleva una vida de relaciones sociales en las que el pobre maño no tiene cabida. Lo recluye en la cocina porque se avergüenza de él. Sin embargo, cuando Luchi se líe con un medico ayudante de su marido, (que interpreta un joven Sancho Gracia),  el abuelo salvará su matrimonio.

El segundo es cuando le pide dinero a su hijo y éste abre su cartera y le da unos cuantos billetes.  Pronuncia entonces don Agustín unas palabras preciosas y llenas de verdad: ¡Pensar que en la cartera de un hombre cabe la felicidad de tantas personas!

El tercero es otro momento bellísimo: el padre, que había viajado hasta Madrid con el retrato de su difunta esposa, quita un carísimo cuadro de Picasso y coloca el cuadro en el salón del comedor;  su hijo, asombrado, le dice: ¡Pero padre ¿cómo ha quitado el Picasso?! ¡Vale un millón! Y don Agustín le dice a Agustinico: y un cuadro de tu madre ¿no vale más de un millón?

Finalmente, el cuarto momento,  uno más de los muchos maravillosos que tiene la película es cuando don Agustín relata cómo se acuesta en Calacierva:

“Cuando me acuesto, echo una pata a Francia y otra a Italia y me duermo como un bendito” ¿Cuántos podemos decir lo mismo?

No os dejéis engañar por los progres y,  si podéis, durante estas Navidades, ved esta película maravillosa en la que un simple aldeano de Calacierva les lleva a sus hijos ricos la honradez, la sinceridad y el amor. ¡Casi nada!


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