domingo, 19 de febrero de 2017

IGNACIO DE LUZÁN


Desconozco por qué se ha cargado a los poetas del XVIII español con el sambenito de fríos. Quizás todo venga de que los profesores tenemos que usar estos tópicos para simplificar las cosas. Digo todo esto porque la lectura de Melendez Valdés me reportó alegría y un gran placer poético y la actual de Ignacio de Luzán, poeta zaragozano que hasta su editora tilda de frío, me ha dejado momentos de gran belleza. Cierto es que hacer un poema épico a la entrada de Fernando VI y su esposa, doña Bárbara de Braganza en Madrid nos puede resultar un tanto “servicial”, pero, en aquellos años del Antiguo Régimen, los poetas ponían su pluma al servicio de los reyes como ahora los poetas lo hacen poniendo sus plumas al servicio de Diputaciones y gobiernos autonómicos. No cantaremos a Felipe VI, pero no faltan poemas “laudatorios” a próceres y, sobre todo, no faltan los peloteos, los chanchullos, las subidas por la espalda a los mandatarios de esta sociedad que ya no sabemos si es antiguo, nuevo o post -nuevo Régimen. Pero me estoy marchando del tema de mala manera. Os dejo con un fragmento que me ha encantado de este buen porta zaragozano que se crio en Italia. Un placer el haberlo leído, señor de Luzán.


HERO Y LEANDRO (fragmento)

Musa, tú que conoces
los yerros, los delirios,
los bienes y los males
de los amantes finos,

dime quién fue Leandro,
qué dios o qué maligno
astro en las fieras ondas
cortó a su vida el hilo.

Leandro, a quien mil veces
los duros ejercicios
del estadio ciñeron
de rosas y de mirtos.

Ya en la robusta lucha,
ya con el fuerte disco,
ya corriendo o nadando
diestro, gallardo, invicto,

amaba a Hero divina,
bellísimo prodigio
sobre cuantas bellezas
Sesto admiró y Abido. (…)


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