lunes, 31 de julio de 2017

EL ETERNO MARIDO




Decía Stefan Zweig, mi gran señor feudal en literatura, que Dostoievski ganaba en las novelas breves y creo, sinceramente, que tiene razón. Frente a los grandes buques como Los hermanos Karamázov, Crimen y castigo, El idiota o Los demonios surgen estas nouvelles que revelan el maravilloso oficio del novelista ruso. El eterno marido es una de esas novelas que te dejan tras su lectura una profunda huella, un perfait roman que dirían los franceses. Velchaminov, el típico pleiteador en una justicia rusa eterna en sus pleitos como muy bien nos describe Gogol en sus Almas muertas frente a Trusotski, el eterno marido, “el hombre que ha venido al mundo para ser marido y que crece únicamente para casarse y que, una vez casado, se convierte en un complemento de su mujer” nos dice el autor de la novela con un acierto psicológico incuestionable. Al lado del eterno marido está una mujer infiel que el “eterno marido” soporta con estoica resignación. Sí, me diréis que la novela es políticamente incorrecta porque la debilidad del marido que no sabe “poner a ralla” a la mujer desemboca en unos hermosos cuernos que el cónyuge lleva con elegancia. ¿Estamos diciendo que si no hay potestas por parte del marido, la mujer se vicia y se desmanda? La cuestión es más complicada porque el asunto de los cuernos es , en palabras del joven Alexander Lobosv, otro joven inteligente como Dolguruki, una venganza de la mujer que se ha visto sometida al matrimonio no como un acto de amor entre los conyugues, sino como un contrato social. Si me casan con quien no quiero y con quien les interesa a los demás, es normal que me vengue coronando a mi “eterno marido”.

Pero es que todavía hay más: porque podemos pensar que por qué el amante no echa con cajas destempladas al “eterno marido”, que con eso bastaría para que pudiera vivir a gusto. Y la razón de esa contención reside en la culpa: no lo echa porque Velchaminov actúa coaccionado por la culpa, esa gran modificadora de las conductas humanas. Y , para remate, este eterno pleiteador, cuando se encuentra con esa niña tan bien descrita y detallada por don Fiodor -  que es un maestro en crear niños- , cree que son los hijos los que pueden redimir a aquél cuya vida ha estado plagada de errores (evito decir pecado por si hay alguien que le da un soponcio esa palabra)

         Junto a esto, Velchanínov acaba pensando que quizás veía en su amante, Natalia Vasilievna, virtudes que tan sólo estaban en su cabeza en un proceso de idealización en que todo amante acaba cayendo tal y como reflexiona el Swann de Marcel Proust cuando dice que quizás ha malgastado su vida por una mujer que no era su tipo.

         Espléndida novela corta de Dovstoievsky que recomiendo a los enamorados de la buena lectura.

 




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