martes, 31 de octubre de 2017

LA MALDICIÓN DE LA REPÚBLICA CATALANA



La república catalana tiene una maldición tan terrible como la de la momia. A esa conclusión he llegado tras leer un poco la historia que es siempre magistra vitae. El primero que la proclamó fue Paul Clarís, un canónigo de la Seo de Urgell,  que el 16 de enero de 1641, con la aprobación de la Junta de Brazos,  (Las Cortes sin el rey y sin Carme Forcarell),   puso esta república en manos del rey de Francia, Luis XIII que se convirtió, de esta manera,  en Conde de Barcelona.  Clarís murió un mes después y parece ser que fue envenenado por un agente de Felipe IV ( He escrito Felipe IV y no Felipe VI; por favor, que nadie se confunda y piense que estoy dando ideas,).

         La segunda proclamación se produjo en 1873, como Estado catalán y dentro de la efímera Primera República Española que duró menos que un pastel en la puerta de un colegio. Nada se sabe de sus proclamadores, pero no debieron de salir bien parados.

         La tercera proclamación fue la de Maciá en 1931 que falleció a los dos años supongo de muerte natural, pero tampoco lo puedo asegurar.

         La cuarta, la de Companys, elevado a los altares en la actualidad, pero que se quedó solo fusilando, -muy democráticamente eso sí- a los que no pensaban como él, fue en 1934, aprovechando el “tirón” de esa Preguerra que fue la Revolución de Asturias. A río revuelto, ganancia de pescadores. Companys acabó en la cárcel, pero fue indultado por el gobierno del Frente Popular. Moriría más tarde fusilado por el gallego del bigote. (El gallego de la barba y el registro de la propiedad en Guardamar de Segura vendría después)

         La quinta es la de Puigdemont. No sé cómo va a ser su suerte, pero el hombre del peinado al estilo fregona se ha marchado a Bélgica. En el pecado lleva su penitencia. Si aguanta la vida belga (que ya es aguantar)  veremos lo que le ocurre, pero no le auguro nada bueno. ¡Carles, meu amic,  te has buscado la ruina!


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