Me acabo de terminar de releer esa maravilla de novela
que son Los demonios. La había leído
en los años del exilio abulense y entonces no estaba el horno para muchos
demonios porque ya circulaban por aquellas calles de granito un exceso de
ellos. Sin embargo, con el sosiego que da la edad, al volver a leer esta
prodigiosa novela, he disfrutado de
manera desmesurada. Desde la cita inicial, esos demonios que Cristo expulsa a una piara de cerdos y que se despeñan, hasta ese apéndice maravilloso con esa
conversación con uno de esos frailes que aparecen en las novelas del ruso con
los que a uno le gustaría tener un rato de meditación. Ahí están esas Cinco
células subversivas en Rusia que quieren cambiar la sociedad y que don Fiodor
describe con maestría y en las que él, personalmente, no creía y que
rechazaba. Gloriosa novela del más
grande novelista ruso del XIX.
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