jueves, 9 de noviembre de 2017

GUILLLERMO SAUTIER CASASECA


Mi abuelo me hizo socio de Radio Madrid y me regaló un carnet pequeñito, verde, escrito a máquina y con unos cupones para los pagos mensuales. No sabía mi abuelo que, muchos años más tarde, un servidor colaboraría en SER Ávila con un programa de palabras que se mantuvo en antena durante más de seis años, hasta que vino la crisis y la SER decidió que había que dejar paso a otras palabras. En aquellos años en que mi abuelo me regaló el carnet, emitían por la tarde las radionovelas. Recuerdo cómo mi madre y mi abuela se pegaban al transistor para oír Simplemente María y cómo me hablaron de otras anteriores como Ama Rosa o, unos años más tarde Lucecita. Todas estas radionovelas eran de mucho llanto, de mucha pena, de mucho sentimiento y recuerdo que, en Simplemente María, sonaba el adagio del Concierto para Guitarra de Salvador Bacarisse, el hermano de Mauricio Bacarisse, el poeta que siempre estoy para leer y nunca leo. Me falta por contaros que ser socio de la SER (valga la redundancia) tenía algunas ventajas como asistir a los programas en directo en la Gran Vía, algunos descuentos en tiendas madrileñas y, sobre todo, uno que era el premio especial, a saber,: si el  número del carnet coincidía con los números del cupón pro-ciegos (actual ONCE), el agraciado poseedor del carnet recibiría en su casa las obras completas de don Guillermo Sautier Casaseca, el afamado autor de muchas de aquellas radionovelas que tenían a España con el pañuelo en la mano y el moco tendido. Pues bien en todos los años en que fui socio de Radio Madrid, jamás, lo repito, jamás me tocaron estas obras completas del autor canario. Este milagro me parece una prueba evidente de la existencia y providencia divina mucho mayor que las pruebas de Santo Tomás de Aquino o  el argumento ontológico de San Anselmo. Porque la pregunta era y es: ¿Qué hubiera hecho un servidor con esas obras completas?¿Guardarlas para no dar un disgusto a mi pobre abuelo?¿Venderlas en mi juventud a escondidas de él?¿Dejarlas en algún baúl arrumbado en el desván? Lo dicho: para mí, no hay una prueba más irrefutable de la existencia de Dios que el que jamás me tocaran las obras completas de don Guillermo Sautier Casaseca.

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