jueves, 21 de diciembre de 2017

RAMÓN CAAMAÑO BENTÍN "MUXIÁN"





El señor Caamaño, más conocido por Muxián debido  al pueblo de su nacimiento, Muxía, se ponía con su puestecillo muy cerca del Santuario da Nosa Señora da Barca, aquél del que Rosalía decía:
"Nosa señora da Barca
ten o tellado de pedra;
ben o pudera ter de ouro
miña Virxe si quixera."

         Y, en ese puestecillo lo encontré en una tarde de agosto y, llevado por su fala meiga, me quedé a escucharlo y le compré algún recuerdo al que quise añadir mi propio recuerdo con una fotografía que, yo, un humilde aficionado, le iba a sacar a un gran fotógrafo. Aquella foto, una vez revelada, se la envié a su casa de Muxía y, a partir de entonces, nació una amistad epistolar que la muerte, como siempre, se preocupó por cortar. Estrenaba yo por aquellas fechas mi ordenador IBM y, como yo le escribía con él para que lo leyera mejor, me pidió don Ramón que le hiciera unas etiquetas para el museo que estaba preparando en su casa. Muxián  había estudiado la fotografía con el gran fotógrafo santiagués Ksado y, además de fotógrafo, había sido operador de cine llevando películas por los pueblos en una frágil barquilla  proporcionando así felicidad a los vecinos da Costa da Morte y argumentos para una película de su vida que a la espera está de que algún realizador quiera llevarla a cabo. Muxián tenía los ojos azules como si de tanto mirar al mar se le hubieran acabado por colorear, como si el mar hubiera hecho morada en su mirada; Muxián se casó con una guapa moza de Porto Son con la que tuvo varios hijos y viajó algo por Europa. Muxián, como Virxilio Viéitez, el gran fotógrafo de Soutelo, formó parte de una generación  para la que la fotografía era un medio de vida y de una generación que jamás alababa sus obras que eran nada más (¡Y nada menos!)  que el pan de sus hijos. Con el tiempo, haciendo una revisión de sus trabajos, se ha visto que además de magníficos profesionales, eran grandes artistas.
         El día que vuelva por la Virxen da Barca, estoy seguro que Muxián me estará esperando en su puesto junto al santuario, vixilando se a pedra abala o non abala, con seus ollos cheos de mar.   

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