viernes, 5 de enero de 2018

EL CONCIERTO DE AÑO NUEVO DE VIENA


No hay Año Nuevo sin el concierto desde el Musik Verein de Viena, diga lo que diga Inés Mogollón que, el año pasado, hacía remontar este concierto a los gerifaltes nazis de antaño. No hay Año Nuevo sin ese concierto de valses que remata con la marcha de Radetzky; no hay año nuevo sin la gente aplaudiendo al compás de la citada marcha, esa que busqué en la exigua sección de discos de los Almacenes Arias de la calle de la Montera, aquéllos que se quemaron un mal día de septiembre. No había Año Nuevo sin esa música mientras mi abuela Patro guisaba una sopa con las cabezas de los langostinos – ese obscuro objeto del deseo de los setenta- que habían quedado de la noche anterior. Ya sé, cara Inés, que los valses no son la mejor música del mundo, pero escuchar el Danubio Azul mientras me llegaban los efluvios de la comida es algo que no puedo olvidar. Por eso, cuando este año Ricardo Mutti daba comienzo al concierto, pensé que mi abuela estaría empezando a preparar la sopa en su Chamberí celeste y que mis abuelos paternos estaban entrando por la puerta con una caja de rosquillas de manteca de las que aún hace- magistralmente- Ana Luisa, la hija de Jani, en Laguna de Duero. También este año – lo siento Inés – he buscado mi vieja cassette comprada en los Almacenes Arias y me he puesto la Marcha de Radetzky sin importarme un comino lo que pensarían si me vieran los intelectuales que deberían pensar que alguien que no sabía “nada” de música como era el maestro Pérez de Arteaga era el encargado de retrasmitirlo sin sentir que su prestigio se menoscababa. El que sabe, sabe y no necesita postureos. Así que mis, queridos pijoprogres, he escuchado el Concierto de Año Nuevo desde el Musik Verein Y lo he disfrutado. No os voy a decir que lo siento.

 

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