martes, 9 de enero de 2018

EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA




Un joven obispo de Solsona, se da cuenta de que la situación en la España de los cincuenta es de suma injusticia pues, mientras unos pasan hambre con los racionamientos, otros se enriquecen con negocios ilícitos. Este joven obispo de Solsona se acuerda de su Maestro, de aquél que trajo la voz para los oprimidos por el poder, de aquél  que dio la vida por  los demás, del Rabí que nunca dejó de decir la verdad porque ni en la Cruz acallaron su voz y se pone a escribir una de las cartas pastorales más duras que se hayan publicado en España y también más cargada de razón y de sentimiento cristiano. Frente a los cristianos fingidos que se aprovechaban del pueblo, don Vicente Enrique y Tarancón no puede callar y habla;  ¡vaya cómo habla!

CARTA PASTORAL DEL OBISPO DE SOLSONA

 

No podemos callar… No nos apartamos de la línea de conducta del Maestro cuando lanzamos nuestro anatema contra todos aquellos que sean culpables de que a los obreros y a los pobres les falte lo necesario para vivir. (…) Queremos que vean que el corazón de su Obispo compadece sus angustias y que la voz de su Obispo se levanta, valiente y decidida, para defender su causa. (…)

No es nuestro propósito estudiar este problema en su aspecto técnico y económico, ya que este aspecto escapa a nuestro ministerio episcopal… Ni pretendemos hacer literatura fácil y demagógica, cosa muy sencilla por cierto, para excitar las pasiones; lo cual sería impropio de un Obispo de la Iglesia y aun de toda persona honrada…

Los alimentos de primera necesidad no se racionan en cantidad suficiente ni con mucho, para atender a las necesidades de las familias. Y aunque a precios elevados no resulte difícil encontrar pan en abundancia y los demás alimentos, los obreros, los empleados, casi todos los que viven de un jornal o de una nómina, no pueden adquirir esos alimentos a los precios exorbitantes a que los ha puesto el egoísmo de muchos.

A nadie podía extrañar que al salir de la guerra tuviésemos que sufrir una serie de privaciones que eran consecuencia necesaria de la misma. (…) Pero han pasado más de diez años desde entonces
Durante estos diez años son bastantes los que se han aprovechado de la escasez para hacer grandes negocios. Algunos no han sabido utilizar los resortes que la autoridad ponía en sus manos para evitar esos males, cuando no los han agravado con su conducta… El remedio está en el reinado de la sinceridad, de la honradez, de la justicia, de la caridad…

El ejemplo de los de arriba tiene una influencia extraordinaria en la sociedad. Y éste es el primer paso, quizá el más importante, que se ha de dar con decisión y energía para solucionar el problema. Todos los que ejercen algún cargo o tienen alguna responsabilidad o alguna preeminencia social deben dar ejemplo de austeridad, de honradez, de espíritu de justicia y caridad. Porque ¿con qué derecho y, sobre todo, con qué fuerza van a imponer y van a exigir a los demás la austeridad y la honradez si ellos no las practican? …es evidente que el fin propio y peculiar de la autoridad civil es procurar el bienestar material y social de sus súbditos.

El Estado tiene un fin natural y humano; la Iglesia tiene un fin sobrenatural. El Estado ha de procurar el bien temporal de sus súbditos, la Iglesia el bien eterno. Y así como sería desordenado que la Iglesia buscase tan sólo el bienestar material de sus fieles, olvidándose de su finalidad sobrenatural y religiosa aunque con ello hiciese un bien humanamente a sus súbditos, así también sería desordenado que el Estado atendiese preferentemente al bien religioso de sus súbditos, descuidando y olvidándose de su bienestar material y humano que por su misma naturaleza le corresponde.

Por eso la autoridad civil no puede cruzarse de brazos ante esa realidad angustiosa que aflige a una parte de la sociedad, ni puede dejarse vencer por las dificultades que opongan la malicia y el egoísmo de los hombres al cumplimiento de esta sacratísima misión. (…)

No pretendemos censurar ninguna conducta concreta ni poner ninguna dificultad a los que tienen la misión de solucionar estos problemas materiales. Pretendemos, por el contrario, colaborar sinceramente con ellos para que pueda buscarse y encontrarse esta solución. Y estamos convencidos de que es una labor constructiva, en el aspecto religioso, en el aspecto social y aun en el aspecto político, entendiendo esta palabra «político» en su verdadero y altísimo significado, la que realizamos al escribir esta carta pastoral.

No nos hemos propuesto complacer a nadie ni mendigar la gratitud de los hombres.

 

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